EXORDIO


Este blog se llama "Poemas Villanos"

alusivo al gentilicio de una villa.

Personalmente las aldeas, las villas

y los valles tienen una estrechísima

relación con mi vida.

La naturaleza es inherente a mi persona.


lunes, 2 de enero de 2012

Epístola A Mi Amada



La memoria de un hombre está en sus besos

contar la vida por los besos dados

no es alegre. Pero es más triste darlos sin memoria.

Vicente Aleixandre

¡Amada amia!, quiero encender el cirio de mis nostalgias en estas líneas, pero sería absurdo lerdo y estúpido hablarte solo de mis desdichas, cuando en realidad, eres la savia y bálsamo de mis días viriles.

Diré salud como exordio, ¡salud!, por que gusto brindar con tus besos de cereza en mis minutos febriles. ¡Salud!, por que es lo que menos quiero para amarte, quiero enfermarme de tantos besos, que me diagnostiquen, una enfermedad terminal, para morir, con el único objetivo, de comprobar si existe el paraíso y el infierno como dice Dante, y si existe, seguro que mi refugio arde en llamas, si no existen, que es lo más probable, volver y encanarme en un orate, solo de esa manera seria feliz y cuerdo, muy cuerdo.

No quiero hablar de mí, de mí solo hay sombras peregrinas, llantos que deambulan en los umbrales de los cementerios.

¡Amor! no quiero hablar de mí pero tus ojos católicos rezan tres Padre Nuestros y cuatro Ave Marías y sus rezos me impulsan decir algo de mí:

Yo soy una mezcla;

de nieve

de nube

de relámpago

tengo una pisca de humano.

Dios estaba ebrio en su laboratorio

cuando pensó crearme.

Todo iracundo y nostálgico

después de haber discutido con su amada

echó en demasía uno de mis componentes (tristeza).

Es por eso que el 90.5 % de mi composición

es la tristeza, el resto es lo que resta.

Mi nombre no es de uno, ni de dos Santos, ni mucho menos de un bienaventurado:

Mi nombre es la suma

de todos los Santos pecadores

desterrados del vaticano.

¡Amor mío!, ya vez, solo hay crepúsculos fúnebres en mis días de humano.

Hay algo más que quiero decirte con mi palabra extraviada; el día que nací, además de nacer conmigo los siete pecados capitales, nació en el mismo instante de otro vientre lóbrego, una amante discreta, tiene cuerpo de mujer de 22 años, apetecible pero sombría, frívola, pálida y persistente; la muerte, ella, que me ama tanto me quiere en su morada nebulosa, en su lecho de negras sábanas:

La muerte me persigue

me acecha, va donde voy

camina a mi lado

mi fiel compañera.

¡Amor! la muerte tiene celos de ti, sabe que me abrigas en tus pechos ardorosos, y me escondes en tus puños cuando ella me desea.

No hablemos más de mí, quiero hablar de ti, pero antes dejadme rezar un Santo Rosario y dad una oración, lo amerita el momento:

Oración

¡Dios mío!

guarda en tu mano derecha

a mi amada.

Dale de beber miel de abril

dale de comer brevas de junio

y por favor hazle cometas de estrellitas

para que haga volar sus sueños

por los confines de tu mansión celeste.

Amada, recuerdo tu epifanía, con blancos listones amarrados tus cabellos, eras niña aún, lozana, cándida, y tímida como margaritas sonrojadas en el balcón de primaveras.

Fueron días encendidos en azules quimeras, contemplándote con mi anhelo infantil, escribiendo tu nombre en las yemas de mis dedos y en el ombligo perpendicular de mi cuaderno de matemáticas.

Pero luego, te extraviaste, ¡ay! amor, el primer suspiro desesperado, el primer dolor de mi acuoso corazón.

Con los años perdí los vestigios de tu tierna aroma, tus blancos listones solo flameaban en mis recuerdos. Desde entonces, no supe nada de ti.

Después de 10 años, 5 mese, 26 días, con la luna llena de mayo has vuelto, ya mujer.

¡Amada mía!, eres mi fogata que busco en mis madrugadas de invierno, fogata que levanta llamaradas de virtud, fogata que hace bombear lavas de mi gélido corazón.

Quiero surcar los valles húmedos, exóticos y volcánicos de tu cuerpo para sembrar y cosechar la higuera ancestral de mi amor. Pero amada ¿seré digo de ello?

De explorar tus selvas tropicales, de relinchar como un potro desorientado en tus llanuras y beber de tu oasis el líquido que me ha de bautizar como humano.

Amada ¿seré digno de ello?, yo que tengo algunos rasgos de humano y hablo en el parque con los álamos y las tórtolas del incesto de Edipo y Yocasta.

Justo ahora que te escribo la tristeza y la muerte ha confabulado y me dan una estocada ya anunciada, me duele tanto el aliento, quiero llorar, estoy llorando, amor, amor, ¡ay! amor mío, quiero arrullarme en tus brazos humeantes, quiero beber agua de hierba luisa o mejor aún, beber el almíbar purificador de tus labios. Pero una voz misteriosa me dice; no llores, no llores, llorar solo es de humanos.

¡Amada mía!, quiero enarbolar mi bandera tricolor (verde, azul y rojo), en el litoral de tu corazón, como señal de conquista de mi amor oceánico.

Como epílogo diré, ¡te amo!, te amo con cada fulgor de mi llanto, con cada clamor de mi rebeldía, con cada aurora de mis anhelos.

Amo tu odio estéril, tu ternura fecunda, tu formula física de amarme (calculadora y exacta).

¡Ay! amor mío

genuina

telúrica

y cosmopolita.

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